sexta-feira, 9 de novembro de 2012

Jacobo Arenas, un guerrillero heroico

Hoy, con la misma convicción del legendario comandante guerrillero y militante comunista, nos preparamos para este nuevo emprendimiento de paz, con toda la disposición de llegar a un acuerdo político con el Estado Colombiano, bajo la premisa de que en Colombia no habrá paz, sin la instauración de la JUSTICIA SOCIAL.

Con su magia hacía brotar la claridad por los mismos poros de este mundo oscuro y alargaba hasta hacer besar el futuro las dulces notas de una canción de paz”. (canción de Julian Conrado)


Hace algunos días leí un desafortunado artículo sobre ese coloso de la lucha revolucionaria en Colombia, el comandante Jacobo Arenas. Un retrato desfigurado en mi opinión de lo que fue ese genitor de nuestro partido comunista clandestino y el ejército del pueblo, las FARC. Y sin haberlo conocido en persona quise reivindicar su nombre evocando para el caso sus vivencias y escritos en esta fecha en la que se conmemora el “día del guerrillero heroico”. No es exagerado afirmar que Jacobo Arenas es un héroe verdadero de la historia de Colombia, historia deformada y falsificada por los mercenarios de la historiografía imperante que nos ha impuesto falsos héroes; porque heroica fue la resistencia que cuarenta y ocho bravos Marquetalianos protagonizaron bajo la conducción de Manuel Marulanda Vélez y Jacobo Arenas, héroes insurgente de la Colombia de Bolívar.

La primera imagen que quiero compartir con ustedes, es la de aquel obrero y militante comunista que con un envoltijo de las cosas más necesarias y una vieja máquina de escribir corrió presuroso a las montañas en compañía de Hernando González Acosta, donde Manuel Marulanda con sus hombres, acero en mano preparaba la resistencia de Marquetalia, región de humildes campesinos calumniada de “república independiente” como pretexto para desatar contra ella la furia latifundista.
Un bolivariano abrazo estrechó aquellos sentimientos de unidad obrero-campesina, sellados con una frase célebre de Manuel que sigue haciendo eco en la montaña: “con la ayuda de ustedes no debe ser tan dura la guerra”; en respuesta Jacobo soltó su carcajada y su mirada de fuego envolvió al líder de la resistencia, fiel a su creencia de que “a Marulanda hay que mirarlo como se mira la montaña, de cuerpo entero”.

Durante la agresión made in USA, su voz encendida de esperanza y rebeldía no cesó de animar a los labriegos; su proclama germinó como buena semilla en aquella tierra fecunda para la lucha libertaria. Su máquina no paraba de escribir, denunciando el cerco de hambre y de bacterias o convocando a la solidaridad de todas las fuerzas vivas del país, amantes de la paz, a impedir que se desatara contra aquellas familias humildes la fuerza destructora de una operación de nombre en inglés que los condenaba a muerte: El Plan “LASO”.

El veinte de julio de 1964, al tiempo que conmemoraban el grito de la primera independencia, aprovechando un receso de los tiros, los alzados proclaman el primer manifiesto político de la lucha por el poder: El Programa Agrario de los guerrilleros. En esa proclama está plasmada el alma y la pluma del heroico guerrillero, escultor de nuestros sueños de Colombia Nueva.
De su memoria universal brotarían los documentos de nuestros orígenes, la partida de nacimiento de nuestra historia insurgente, bolivariana, marulandiana, Fariana. Sin discusión alguna Marulanda y Jacobo son los artesanos de la Estrategia guerrillera para la toma del poder político y la instauración de la justicia social.
Ese primer manifiesto recoge para la historia, las causas sociopolíticas del conflicto social y armado que padece Colombia desde hace medio siglo.

Una reforma agraria integral que resuelva el problema de la concentración de las tierras en pocas manos unido hoy indisolublemente al tema del territorio son causas históricas del alzamiento insurgente, al que todos los gobiernos desde Guillermo León Valencia hasta Juan Manuel Santos han soñado con resolver aniquilando la fuerza beligerante, sin dar solución a los problemas sociales que hoy convocan a la movilización y protesta popular: Creciente desempleo, tercerización de las relaciones laborales, despojo violento de tierras y desplazamiento forzado, negación de derechos fundamentales como educación, salud, vivienda digna, y en lugar de una solución a todos estos males que aquejan al país, la respuesta de la clase que gobierna ha sido: paramilitarismo, fosas comunes, falsos positivos, encarcelamientos masivos y criminalización de protesta social.

La paz con justicia social fue su estandarte. Ese incansable anhelo que palpitó en su pecho hasta aquella mañana del 10 de agosto de 1990, fecha en que se detuvo su corazón guerrillero, fue definido en sus palabras profundas y sencillas como “la lucha por una paz democrática y duradera, paz sin hambre, sin desocupación, paz con techo y tierra, paz con libertades para el pueblo, es decir, paz interpretada como un cambio fundamental del medio ambiente de la nación”.
Por una paz con esas características y contenidos es por lo que hoy seguimos luchando los guerrilleros de las FARC-EP. Con esa misma esperanza Jacobiana nos sentaremos a una mesa de conversaciones para intentar lograr con el gobierno de Juan Manuel Santos y la oligarquía que él representa, un acuerdo político que ponga fin a la prolongada guerra que desangra a nuestro pueblo; un acuerdo que contenga y garantice la solución a los principales problemas estructurales de la economía, la política y el Estado. Todo en función de garantizar el bienestar y garantías sociales y políticas para todos los que vivimos en Colombia.

Con esa convicción, entregó sus mejores esfuerzos al impulso de un nuevo movimiento político capaz de cambiar las viejas costumbres políticas y allanar el camino hacia la Democracia verdadera, la democracia popular como antítesis del terrorismo de Estado, que es la forma de gobierno que ha imperado en el país en los últimos 50 años. Y ese sueño llamado Unión Patriótica que despertó la esperanza y optimismo de las pobrerías fue exterminado a tiros por la oligarquía colombiana que dirigió todo su odio de clase contra esa iniciativa popular, asesinando a más de 5.000 de sus integrantes.
Este es un hecho de la historia reciente que no puede borrarse de la memoria y del cual tienen responsabilidad directa los mismos representantes de la oligarquía que hoy se sientan a la mesa a hablar de paz asociándola con desmovilización.
Refiriéndose a las voces que desde los orígenes mismos del alzamiento armado han buscado por todos los medios la desmovilización de los beligerantes y la entrega de sus armas, el comandante Jacobo Arenas puntualizaba: ‘’Los verdaderos revolucionarios no hacemos ese tipo de compromisos, los verdaderos revolucionarios hacemos el compromiso de vanguardiar las luchas de nuestra clase, y vanguardiar las luchas de nuestro pueblo, para que esa clase y ese pueblo sea el que en determinadas circunstancias, independientemente del tiempo un día asuma el poder; pero ella, no los individuos.
Por eso los que hacemos ese planteamiento pueda que tengamos veinticinco, treinta o más años en la lucha armada y no nos cansamos de la lucha, porque estamos cumpliendo la función del revolucionario que es la de defender una causa, que es la causa de nuestro pueblo’’. ‘’Hay otros que piensan distinto y por eso se cansan de la lucha y con relativa facilidad caen envueltos en las promesas del gobierno, que pueda que les cumplan por un tiempo y después los sacan a patadas cuando la oligarquía se da cuenta que ya no les son útiles, porque así ha acontecido siempre en la historia’’.

Comentando con optimismo los alcances de los acuerdos de la Uribe el camarada puntualizó: ‘’Los acuerdos de la Uribe son la formulación política para buscar salidas políticas a los conflictos que sufre la sociedad colombiana. Con estos acuerdos asume el gobierno un compromiso para cambiar el entorno, es decir el medio ambiente de la vida económica, de la vida social, de las expresiones culturales de la nación colombiana.
En ese entorno nuevo, en ese medio ambiente político nuevo y distinto entonces encaramos el problema del movimiento armado; si como no, si hay plenas libertades democráticas, si para todo el mundo hay trabajo en Colombia, y no hay hambre, miseria, desocupación, violencia, terror; hay educación para los hijos de todo el mundo aquí en Colombia y hay lo que está planteado en los acuerdos de la Uribe, por qué no desmovilizar a la guerrilla y por qué no reincorporarse a la vida civil; claro, porque se ha cumplido la esencia del planteamiento que hicimos desde un principio, que es cambiar el régimen político’.

Es claro que para el legendario comunista, guerrillero y fundador de las FARC, la lucha en cualquiera de sus diversas formas es un compromiso con los desposeídos, con los despojados y explotados por el sistema actual, el capitalismo en su fase imperialista. Por eso condicionaba lo que la oligarquía llama ‘’reinserción a la vida civil ’’ a la producción de cambios de fondo en el modo de producción y en la superestructura del Estado cuya doctrina era y sigue siendo la de la Seguridad Nacional, desde donde florece la tesis del ‘’enemigo interno’’, y la guerra preventiva, que es guerra contra el pueblo.
Nada en positivo ha cambiado en la vida política colombiana en el último cuarto de siglo, todo lo contrario, se ha hecho más descarada la entrega de los destinos y riquezas de la patria a los intereses foráneos. Al país lo gobiernan desde Washington y el poder de las empresas transnacionales minero-energéticas y el capital financiero imponen la explotación y el despojo.

Hoy, con la misma convicción del legendario comandante guerrillero y militante comunista, nos preparamos para este nuevo emprendimiento de paz, con toda la disposición de llegar a un acuerdo político con el Estado Colombiano, bajo la premisa de que en Colombia no habrá paz, sin la instauración de la JUSTICIA SOCIAL.

¡Comandante Jacobo Arenas, Estamos cumpliendo!

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